jueves, 30 de octubre de 2008

Madrid, 25 de octubre de 2008 ¿Necesito decir algo más?

Antes de nada, me quiero presentar. Soy The Black Queen, la invitada silenciosa de este blog. Por fin es el momento de hablar, espero que no baje de repente la cantidad de lectores de este blog.

Me enteré de que Queen + Paul Rodgers volvían a España meses antes de que salieran las entradas a la venta. Desde luego, nunca dudé de que asistiría al concierto, después de haber estado allí siempre que Brian ha tocado en Madrid no podía traicionarle. Pero por alguna extraña razón, desde el primer momento no estaba muy animada, ni siquiera cuando tuve la entrada en mis manos. De hecho, hasta me olvidé de que la tenía y no le dije a nadie que la había comprado hasta semanas después, llegué a pensar que tendría que ir sola. Hasta la misma mañana del concierto me daba incluso pereza ir, estuve a punto de tirar la toalla por algunos problemillas personales que no vienen al caso. No me arrepiento de haber perseverado.

Afortunadamente, no fui sola, es más, fui con una persona muy especial con la que estaba deseando compartir la emoción de respirar el mismo aire que Brian May, y a ella le debo gran parte de la emoción y la diversión durante literalmente todo el día. Pero vayamos por partes

Quedamos mi amiga y yo a media mañana, pensando que seríamos de las primeras, si no las primerísimas, de la cola. Cuál sería mi sorpresa cuando me encontré con no menos de cincuenta personas espatarradas al sol tibio del octubre madrileño. ¿Es que la gente no tiene nada mejor que hacer un sábado por la mañana que apalancarse a las puertas del Palacio de los Deportes? No, es que el espectáculo prometía y había que estar bien situados.

Siempre he pensado que una de las mejores partes de un concierto es la cola con los amigos, y esta vez no fue menos. Pronto pegamos hebra con nuestros vecinos de atrás, una panda encantadora que nos hizo la espera corta y amena, y el show aún más especial. No sé si estaréis leyendo esto, chicos, pero por si acaso os quiero dar las gracias por los buenos ratos antes, durante y después. Fran, sólo por tu cara de felicidad absoluta habría merecido la pena estar allí. Siento no tener ninguna foto con vosotros, espero encontraros pronto en otro concierto o donde sea y remediarlo.

El caso es que nos pasamos más de ocho horas charlando y riendo a pesar de los incidentes y las “agresiones”, físicas y químicas, y también a pesar de los gritos surrealistas del speaker de esa carrera tan extraña cuya meta estaba justo delante de nosotros, en la que los corredores se ponían ciegos de pizza nada más llegar.

Nos las prometíamos muy felices cuando nos colocamos en la cola más cercana a las escaleras de bajada a la pista, pero la realidad nos quitó la razón: fue la puerta que más tarde abrieron y en la que más tardaron en registrar los bolsos, así que perdimos nuestro puesto en la primera fila. Aun así, los ánimos no tardaron en volver a subir: estábamos dentro, razonablemente bien situados en el lado de Brian (a pesar de las torres humanas que se nos colocaron delante rodeándonos como en el asedio de Constantinopla) y sonaba Elvis en la megafonía, ¿qué más podía pedir? Que empezara pronto.


A las 10 en punto de la noche las luces se apagaron y en la pantalla gigante comenzó a surgir un firmamento en continua evolución. Pronto sonaron los primeros acordes del nuevo álbum y el público enloqueció. El espectáculo había comenzado y no pudo hacerlo mejor. Un fogonazo y los chicos estaban en el escenario a punto de atacar Hammer To Fall. ¿Cómo describir lo que sentí? Una energía enorme que recorrió el Palacio desde ese momento y hasta el God Save The Queen que no puedo expresar con palabras. Así pasaron los minutos, enlazando piezas cañeras que nos pusieron a todos a saltar con las canciones más dulces de la historia.


Ya mediado el concierto Brian se adelantó a la parte externa de la plataforma como si estuviera dando un paseo, sin guitarra y saludando a derecha e izquierda, entre aclamaciones ensordecedoras. Una vez acomodado en un taburete y con su acústica en el regazo, habló en su peculiar castellano. Todos sabíamos qué tocaba ahora, uno de los momentos más especiales de la noche, Love Of My Life “para Freddie”. Las lágrimas que se me estaban escapando desde la Intro manaron sin parar, y allá donde mirara se veían caras emocionadas con los ojos húmedos, incluso Brian se turbó hasta el punto de trastabillarse en un par de notas y estar a punto de llorar él también. Tras este momento tan intenso llegó, precedido de una pequeña parrafada de Brian en spanglish, con broma incluida: “we’re gonna do an old Spanish Folk Song about a space man. Are you ready? Alright! ¡Vámonos!” comenzó a sonar, en un primer momento únicamente con la guitarra de Brian, el bombo de Roger y las voces de 14500 personas en éxtasis. Entonces llamó a los demás músicos a su lado, incluido un maravilloso Spike Edney al acordeón, y continuaron con una versión folkie que dio la vuelta a la estructura de la canción. Parece fácil, pero no lo es en absoluto.

Esto dio paso a uno de los momentos más originales de la noche: el solo de Roger Taylor en la parte delantera de la pasarela. Comenzó con un contrabajo eléctrico, con las cuerdas pisadas por Danny Miranda, del que arrancó con sus baquetas fragmentos de Under Pressure y Another One Bites The Dust. Demostró una vez más que es uno de los más grandes músicos del siglo XX (y XXI si me apuras), comenzando a tocar un bombo, un platillo y una caja, y adaptando el sonido a medida que le iban colocando el resto de la batería alrededor. Magistral. Cuando estuvo todo montado atacó I’m In Love With My Car acompañado por Brian en la pasarela y el resto de la banda (salvo Paul) en el escenario. Siempre me ha gustado esa canción, especialmente en directo, tiene mucha fuerza.

Tras un A Kind Of Magic que nos levantó a todos del suelo, llegó el estreno mundial (según el mismo Brian) de una maravillosa versión de Las palabras de amor, una de mis canciones favoritas.


Pero el momento más emotivo llegó con el solo de guitarra de Brian. Comenzó con una interpretación muy personal del Adagio del Concierto de Aranjuez del Maestro Rodrigo, que, todo hay que decirlo, pasó bastante desapercibida por la mayoría, seguido por los habituales punteos y que pusieron de pie a todo el Palacio de los Deportes. Hasta que sonaron las primeras notas de Bijou. Siempre he sentido algo especial por esa canción, pero una cosa es segura: no volveré a escucharla del mismo modo nunca más. Al comenzar los acordes, un enorme ojo de mujer apareció, cerrado, en la pantalla. De repente se abrió, mediada la canción; al poco, el iris se convirtió en la mano levantada de Freddie, sólo la mano, y entonces su voz inundó el recinto. Los gritos al ver la imagen se callaron de golpe, dando paso a las lágrimas de todos. Habría que ser de piedra para no emocionarse en ese momento. En ése y en Bohemian Rhapsody, por supuesto. Creo que todos los que estuvimos allí sabíamos que esta canción sería el momento más conmovedor de la noche, el que nunca íbamos a olvidar. Pero no puedo explicar cómo me sentí, las palabras no bastan o no se han inventado, para expresar los sentimientos que me provocó la canción, la voz de Freddie, sus imágenes, su espíritu.

Desde la gira de 2005 me ha fascinado la forma en que dejaron que Freddie se adueñara de la escena, da vértigo pensar que es él quien está cantando allí arriba en el escenario, de nuevo con sus amigos. Sé que algunos puristas verán en esto, como en todo el concierto, la demostración de que como Freddie no hay nadie, las comparaciones son odiosas… Pero es que creo que el gran acierto de Queen + Paul Rodgers es precisamente haber sabido pasar página sin olvidar su glorioso pasado. Han conseguido crear algo nuevo uniendo los enormes talentos de tres de los mejores músicos de los últimos 30 años. Ni mejor ni peor que Queen, simplemente distinto. Solía decir que iría a los conciertos porque es lo más cerca que voy a estar nunca de ver a Queen, pero en realidad lo que he visto esta vez (el de 2005 fue otra cosa) es algo más, mucho más. Sinceramente creo que Freddie estaría orgulloso de los chicos.


Pero estoy divagando… Tras BoRhap llegó la pausa (mínima pausa, por cierto) y luego la traca final. A la energía de Cosmos Rockin’ siguió la siempre magnífica All Right Now coreada por todo el público hasta el punto de hacer emocionarse al modesto Paul Rodgers. Y todos supimos que la fiesta estaba acabando cuando comenzó WWRY. La pantalla mostró un mar de palmas batiéndose al compás, las gargantas gritando más que cantando, teníamos algo de secta extraña, siguiendo un rito sagrado desconocido para el mundo exterior.

Sábado 25 de octubre de 2008, un día que no se borrará fácilmente de la memoria de ninguno de los que tuvimos la suerte de formar parte de ello.

Pincha AQUI si queréis ver el SET LIST de Madrid.

NOTA: subiré mis fotos del concierto en un próximo post. God Save the Queen.